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Día del Padre: el desafío de ejercer una paternidad presente y comprometida

En el marco del Día del Padre, el Licenciado Fernando Serrano Urdanibia (M.P. N.º 1894) analiza el ejercicio real de la paternidad en la actualidad, poniendo el foco en la presencia afectiva, el compromiso cotidiano y el abandono progresivo de los mandatos tradicionales.

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Feliz día, ¿papá? Una mirada sobre la función paterna en el siglo XXI. El Día del Padre suele evocar imágenes de reuniones familiares, regalos improvisados y frases hechas que circulan en tarjetas y redes sociales. Sin embargo, detrás de esta celebración instalada en el calendario argentino, vale detenerse a reflexionar sobre qué implica, en términos concretos, ser padre en la actualidad. Desde una perspectiva profesional, el psicólogo Lic. Fernando Serrano Urdanibia plantea interrogantes y ofrece herramientas para comprender las transformaciones del rol paterno en un contexto de cambio social profundo.

En una sociedad aún atravesada por modelos familiares tradicionales, cada vez más niños y niñas crecen sin una figura paterna presente y activa. Según cifras del CIPPEC (Centro de Implementación de Políticas Públicas para la Equidad y el Crecimiento), entre 1986 y 2018 los hogares monoparentales encabezados por mujeres pasaron del 12% al 19%, mientras que las familias conformadas por madre, padre e hijos disminuyeron del 47% al 35%. En paralelo, aumentaron los hogares unipersonales y aquellos con doble proveedor, lo que revela una modificación estructural en la configuración y dinámica de la vida familiar.

Pero más allá de la estadística, lo que preocupa a los especialistas es la persistencia de una paternidad meramente formal, muchas veces reducida al aporte económico o a una presencia simbólica.

La diferencia entre estar y criar

Tener un padre presente en el hogar no es sinónimo de una paternidad comprometida. Así lo advierte el Lic. Serrano Urdanibia: “Estar no es lo mismo que criar. La función paterna implica involucrarse, participar, sostener emocionalmente, y no solamente cumplir con una obligación material”. En este sentido, recuperar el sentido profundo de la función paterna requiere redefinir su alcance; ya no alcanza con figurar en una foto familiar o firmar una cuota alimentaria.

La popular expresión “padre no es el que engendra, sino el que cría” cobra vigencia al revisar situaciones en las que hombres asumen el rol paterno por decisión o por elección afectiva, incluso sin lazos biológicos. Se trata de una función que no se impone por mandato genético, sino que se construye a partir del deseo, la voluntad y la responsabilidad.

Función paterna: presencia, cuidado y ética

El ejercicio consciente de la paternidad no se agota en los gestos visibles. La función paterna, explica Serrano Urdanibia, incluye acompañar procesos de crecimiento desde múltiples planos: afectivo, educativo, simbólico y ético. Esto implica:

  • Participar de las decisiones relacionadas con la salud, la educación y el desarrollo emocional de los hijos.
  • Ser guía y sostén ante dificultades.
  • Representar un modelo de autoridad sin recurrir a la violencia.
  • Se trata, en suma, de ocupar un lugar de referencia que combine firmeza y ternura, coherencia y empatía.

Responsabilidad paterna: un compromiso integral

Una paternidad responsable exige presencia desde los primeros momentos, incluso desde el embarazo, acompañando no solo al hijo sino también a la madre o pareja. En esa línea, el especialista propone una serie de pautas:

  • Involucrarse en las tareas de crianza cotidiana, sin “ayudar” sino ejerciendo el rol con autonomía.
  • Brindar contención emocional, estar disponible para escuchar y compartir los logros y las dificultades.
  • Sostener la responsabilidad económica sin convertirla en única fuente de legitimidad.
  • Transmitir valores a través del ejemplo.
  • Fomentar la independencia y el pensamiento crítico en los hijos.
  • Revisar y cuestionar las propias creencias, reconociendo que la paternidad también se aprende.

Un día para reconocer el compromiso, no el título

Frente a este panorama, surge inevitable la pregunta: ¿a quién va dirigido realmente el saludo de “Feliz Día del Padre”? La respuesta, sostiene el Lic. Fernando Serrano Urdanibia, debería apuntar a quienes asumen con conciencia y compromiso el ejercicio de la función paterna. Aquellos que están, cuidan, contienen, educan y acompañan, más allá de si son o no los progenitores biológicos.

En definitiva, el Día del Padre también puede ser una oportunidad para valorar esos vínculos construidos desde el afecto y la responsabilidad, y para reconocer a quienes, con actos cotidianos y sostenidos, dan verdadero sentido a la palabra “papá”.

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Del amor propio a la patología: ¿todos somos un poco narcisistas?

El Lic. Fernando Urdanibia explica qué es el narcisismo, su origen y cuándo se vuelve un trastorno que afecta las relaciones personales.

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El narcisismo, término que se ha instalado en el lenguaje cotidiano para calificar a personas “creídas” o “egocéntricas”, tiene un significado mucho más complejo. En su última columna, el Licenciado Fernando Urdanibia (MP 1894) ofrece un recorrido por los orígenes y definiciones de este concepto, desde la mitología griega hasta su interpretación en la psicología moderna, para explicar cuándo el amor propio se transforma en trastorno.

El término “narcisismo” proviene del mito griego de Narciso, un joven de belleza extraordinaria. Preocupada por su futuro, su madre consultó a un vidente. La predicción fue que viviría mucho tiempo siempre que no se viera a sí mismo. Sin embargo, Narciso, que adoraba la admiración de los demás, terminó enamorándose de su propio reflejo en el agua, quedando atrapado en su imagen hasta morir ahogado. De su muerte surgió la flor que lleva su nombre, símbolo del amor excesivo por sí mismo.

Sigmund Freud definió el narcisismo como una etapa necesaria en el desarrollo psíquico del ser humano. En el “narcisismo primario”, el bebé se ama a sí mismo y utiliza esa energía para construir su identidad. A medida que crece, debe abandonar la omnipotencia y aceptar la realidad exterior, proceso que implica renunciar a la exclusividad del amor materno. Si esta salida no se produce correctamente, puede surgir el “narcisismo secundario”, que en su forma extrema se vuelve patológico.

En psicología, el narcisismo se entiende como un patrón de conducta que implica una autoestima inflada, necesidad constante de admiración y ausencia de empatía. La diferencia entre “narcisismo” y “narcisista” radica en que el primero es un rasgo o patrón de personalidad, mientras que el segundo designa a la persona que lo exhibe de manera intensa y persistente.

Este espectro abarca desde el narcisismo normal —que permite un amor propio sano y el desarrollo social— hasta el trastorno narcisista de la personalidad, que afecta las relaciones y la vida diaria.

Características del narcisismo patológico

Según el Manual Diagnóstico y Estadístico de Trastornos Mentales (DSM-5), el trastorno narcisista de la personalidad se manifiesta con:

  • Sentido grandioso de importancia y exageración de logros.

  • Fantasías de éxito ilimitado, poder y belleza.

  • Creencia de ser especial y único.

  • Exigencia de admiración constante.

  • Explotación de los demás para beneficio personal.

  • Falta de empatía y dificultad para reconocer sentimientos ajenos.

  • Envidia hacia otros o creencia de ser envidiado.

  • Conducta arrogante y altiva.

Quienes padecen este trastorno suelen no ser conscientes del impacto de su comportamiento y resisten la búsqueda de ayuda.

Cómo convivir con un narcisista

El Licenciado Urdanibia ofrece consejos prácticos para manejar la convivencia con personas narcisistas:

  • Establecer límites firmes para evitar manipulaciones.

  • No tomar personalmente las críticas o desprecios.

  • Mantener distancia emocional para preservar el bienestar propio.

  • Buscar apoyo en el entorno familiar, social o profesional.

  • Informarse sobre el trastorno para entender mejor la conducta.

El narcisismo es un rasgo común en todos los seres humanos, necesario para el desarrollo y la autoestima. Sin embargo, cuando se vuelve excesivo y persistente, puede afectar gravemente la vida y las relaciones. Reconocer los límites entre el amor propio sano y el trastorno patológico es fundamental para una convivencia saludable.

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Responsabilidad afectiva: por qué ilusionar sin buscar algo serio es un problema

La responsabilidad afectiva busca evitar daños emocionales en relaciones fugaces mediante la claridad y el respeto, evitando falsas expectativas y sufrimiento innecesario.

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Las relaciones humanas actuales se caracterizan por su rapidez y volatilidad. En este contexto, la responsabilidad afectiva surge como un concepto fundamental para entender cómo nos vinculamos y cómo debemos cuidar las emociones propias y ajenas.

Frases como “Me dijo que estaríamos juntos para siempre y después comenzó a salir con alguien más”, o “Nos vimos una vez y nunca más me habló”, son experiencias comunes pero reflejan una falta de responsabilidad afectiva.

El concepto apareció en la década de 1980 en Estados Unidos, dentro de los círculos poliamorosos, y fue desarrollado en el libro Ética Promiscua, de Dossie Easton y Janet Hardy. Allí se plantea que toda relación puede estar regida por una ética basada en el respeto y el cuidado, sin importar si es monógama o no.

La responsabilidad afectiva se define como la actitud ética que busca no hacer sufrir a la otra persona, asumiendo las consecuencias emocionales de nuestras acciones, siendo claros y honestos en los vínculos. Se opone a tratar a las personas como si fueran descartables o irrelevantes.

Vivimos en una sociedad líquida, según el sociólogo Zygmunt Bauman, donde las relaciones son frágiles y la telemática facilita conexiones fugaces y descartes rápidos, como el ghosting (desaparecer sin aviso). Esta dinámica impide la empatía y genera heridas emocionales a pesar de la brevedad de los vínculos.

En la pareja, la responsabilidad afectiva implica que ambos miembros sean conscientes del impacto de sus palabras, actos y silencios. No se trata de satisfacer todos los deseos ajenos ni renunciar a los propios, sino de comunicarse con claridad, hacer acuerdos y resolver conflictos con respeto.

Por ejemplo:

  • No es responsabilidad afectiva esperar que la pareja “lea la mente” sin comunicar las propias necesidades.

  • No ilusionar con planes que no se tienen intención de cumplir.

  • Aclarar malentendidos a tiempo, no dejarlos pasar.

  • No desaparecer sin explicación cuando termina la relación, sino comunicarlo claramente.

Este concepto también aplica a la familia, el trabajo y la amistad. En la familia, es común que se invada la privacidad o se tomen decisiones sin considerar sentimientos. En el trabajo, mantener informados a los candidatos en un proceso de selección es un acto de responsabilidad afectiva. En la amistad, la honestidad y el respeto son bases para mantener la relación.

La responsabilidad afectiva no es una exigencia idealista, sino una herramienta para construir vínculos más humanos y respetuosos. Porque, aunque las relaciones cambien, las personas no son descartables.

Como decía Bauman, “las relaciones humanas están hechas para durar lo justo, hasta que dejan de ser satisfacciones”. Pero esto no justifica lastimar ni generar falsas expectativas. La responsabilidad afectiva es cuidar al otro mientras el vínculo dure, con honestidad y respeto.

Lic. Fernando Serrano Urdannibia

M.P. N.º 1894

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Amor no correspondido: una mirada profesional a una herida emocional frecuente

El Lic. Fernando Serrano Urdanibia (MP 1894) analiza el fenómeno del amor no correspondido, sus etapas emocionales, los distintos tipos y las herramientas que permiten afrontar este proceso con claridad y madurez.

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El amor no correspondido es uno de los fenómenos emocionales más frecuentes y, al mismo tiempo, más complejos de atravesar. Se lo encuentra en las letras de canciones, en películas y novelas, porque interpela directamente a la experiencia humana. Se trata de una vivencia que deja huellas no por lo que fue, sino por lo que nunca llegó a ser.

En su más reciente análisis, el Lic. Fernando Serrano Urdanibia (MP 1894) aborda el fenómeno del amor no correspondido desde una mirada clínica y emocional, y brinda herramientas para comprender qué sucede cuando ese sentimiento no es recíproco, y cómo elaborar el vacío que deja aquello que se deseó intensamente pero nunca llegó a concretarse.

Amor sin retorno

Este tipo de amor genera un dolor particular; no se pierde lo que se tuvo, sino que se sufre por lo que se anheló. El sufrimiento parte de una expectativa que no encuentra respuesta, de una entrega que no recibe reciprocidad. “Uno se siente inclinado a amar allí donde no puede poseer”, escribió Sigmund Freud. El deseo, muchas veces, se intensifica ante lo inalcanzable.

¿Qué sucede en el enamoramiento?

El estado de enamoramiento altera profundamente el comportamiento. Se idealiza a la persona amada, se proyectan deseos y se pierde, en parte, el contacto con la realidad. Freud lo definía como un “estado psicótico de la personalidad”. Esto se debe a la intensidad química que el cerebro genera en esta etapa: noradrenalina, dopamina y serotonina provocan placer, euforia y felicidad. Es lo que comúnmente se describe como “mariposas en el estómago”.

Pero cuando ese vínculo no se concreta, o cuando la otra persona se ausenta sin explicación —lo que hoy se conoce como ghosting—, el impacto emocional es profundo. Los sentimientos chocan con la realidad; la relación no existe o no avanza. Es allí donde se instala la noción de haber depositado expectativas en alguien que no comparte ese proyecto.

Etapas del amor no correspondido

El amor no correspondido atraviesa distintas fases. Según detalla el Lic. Serrano Urdanibia, el proceso puede dividirse en cinco momentos:

  • Idealización: Se tiene esperanza, aunque ya hay señales de desinterés. La persona es idealizada, se la percibe sin defectos.
  • Amor unilateral: Aumenta la ilusión, pero se hace evidente que no hay reciprocidad. Se insiste con la idea de que con el tiempo el otro cambiará.
  • Reconocimiento: Se toma conciencia de que solo uno está apostando al vínculo. Aun así, muchas veces se insiste.
  • Olvido: Comienza el proceso de duelo. Dejar atrás lo que se soñó implica dolor.
  • Aceptar y seguir: Se reconoce lo vivido, se acepta que no puede ser y se avanza.

Variantes del amor no correspondido

Este fenómeno no siempre adopta la misma forma. Puede presentarse bajo distintos modelos:

  • Amor parasocial: Hacia personas famosas o inalcanzables.
  • Enamoramiento de alguien cercano: Por alguien del entorno que no comparte el interés.
  • Persecución romántica: Intento insistente de iniciar una relación con alguien que no lo desea.
  • Añoranza del pasado: Sentimientos que perduran hacia una expareja.
  • Relación desigual: Uno de los miembros invierte más emocionalmente que el otro.

Estrategias para superarlo

Frente a un amor no correspondido, el Lic. Serrano Urdanibia presenta una serie de recomendaciones para afrontar el proceso, comprender sus efectos emocionales y avanzar hacia la recuperación personal.

  • Aceptar que la situación no cambiará.
  • Evitar la idealización.
  • Tomar distancia de la persona.
  • No reprimir la tristeza: expresarla ayuda.
  • Concentrarse en el presente.
  • Imaginar un futuro sin esa persona.
  • Invertir en uno mismo.
  • Buscar nuevas experiencias.
  • No cerrarse al amor, pero sin apuro.
  • Consultar con un profesional si el proceso se vuelve difícil.

Superar un amor no correspondido no es inmediato, pero con tiempo y acompañamiento adecuado, se puede reconstruir el bienestar emocional. Entender el fenómeno —en lugar de negarlo— permite resignificarlo y seguir adelante.

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