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Miedo a la soledad: aprender a estar solo antes de volver a amar

En su columna, el Lic. Fernando Serrano Urdanibia analiza el miedo a la soledad y advierte sobre los riesgos de buscar pareja apresuradamente tras una ruptura.

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La búsqueda de una relación de pareja sana es un ideal presente en la mayoría de los seres humanos. Sin embargo, cuando se atraviesa una ruptura, el miedo a la soledad puede conducir a decisiones impulsivas que dificultan el duelo necesario. La columna del Lic. Fernando Serrano Urdanibia (MP 1894) aborda este fenómeno y reflexiona sobre la importancia de aprender a estar con uno mismo antes de abrir nuevamente el corazón.

Desde una perspectiva evolutiva, el miedo a la soledad tiene un origen biológico. Para los primeros grupos humanos, permanecer fuera de la comunidad implicaba riesgo de muerte, lo que condicionó al cerebro a interpretar la soledad como una amenaza. Actualmente, esa misma respuesta puede generar conductas impulsivas tras la ruptura de una relación, motivadas por la búsqueda inmediata de placer y la evitación del dolor.

Entre las manifestaciones más frecuentes se encuentran llamadas insistentes, mensajes fuera de horario o bloqueos repentinos, acciones que buscan mitigar un vacío interno pero que no permiten un verdadero procesamiento emocional.

Influencias sociales e históricas

El miedo a la soledad también tiene raíces sociales. Durante siglos, especialmente para las mujeres, no tener pareja era considerado un fracaso. Aunque los tiempos han cambiado, estas creencias persisten de forma sutil en comentarios y estigmas que afectan la autoestima y refuerzan la presión por mantener vínculos aun cuando no son saludables.

Frases como “a ver si encontrás alguien antes de que se te pase el tren” o insinuaciones sobre la orientación sexual siguen presentes en la vida cotidiana, condicionando la percepción que las personas tienen de sí mismas y fomentando la dependencia emocional.

El miedo a quedarse solo también puede tener origen en experiencias infantiles. Niños que crecieron con largos períodos de aislamiento pueden desarrollar adultos que evitan la soledad a toda costa o, por el contrario, que se sienten cómodos en ella. Estas experiencias tempranas influyen en cómo se enfrenta la ruptura de un vínculo afectivo y la manera en que se gestionan las emociones asociadas.

Relaciones liana: el “clavo que saca otro clavo”

Una de las conductas más comunes tras una ruptura es la denominada relación liana, donde la persona inicia un nuevo vínculo antes de completar el duelo del anterior. Tal como explica Serrano Urdanibia, esta estrategia no resuelve el dolor: lo profundiza, ya que cada relación sucesiva se convierte en un intento de anestesiar emociones no procesadas.

El nombre “relación liana” hace referencia a la manera en que Tarzán se desplazaba entre lianas; sin soltar la anterior hasta tener bien asegurada la siguiente. De igual manera, quienes encadenan relaciones temen enfrentar su propio dolor y se precipitan a nuevos vínculos, con frecuencia en detrimento de su bienestar emocional.

La soledad como oportunidad

Aprender a estar con uno mismo es un proceso necesario y, aunque incómodo, puede convertirse en una herramienta de crecimiento. Evitar la soledad mediante estímulos externos —televisión, redes sociales, salidas continuas— impide la conexión con las propias emociones, pensamientos y necesidades.

Al enfrentar la soledad de manera consciente, la persona puede resignificar la experiencia de la ruptura, fortalecer la autoestima y reconocer su valor independiente de un vínculo afectivo. Este proceso permite que futuros amores sean elecciones libres y conscientes, y no intentos de reemplazo que perpetúan el dolor.

El encadenamiento de relaciones puede generar sentimientos de insuficiencia y autocritica excesiva. Preguntas como “¿Acaso no me amo de verdad?” o comparaciones con la nueva pareja pueden erosionar la autoestima y dificultar la construcción de vínculos saludables. En contraste, quienes enfrentan el duelo desarrollan una mayor autoconciencia, capacidad de reflexión y resiliencia emocional.

Según el Lic. Serrano Urdanibia, aceptar la soledad y procesar la ruptura no es un signo de debilidad, sino una oportunidad para conocerse y crecer. La clave está en reconocer que el amor propio no depende de ser reemplazado, sino de la capacidad de estar bien con uno mismo.

 

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“Quería terminar con el dolor”: Flor cuenta su experiencia tras intentar suicidarse

En el marco de septiembre, mes dedicado a la prevención del suicidio, Flor, una joven de 35 años, decidió compartir por primera vez su experiencia personal con ideaciones suicidas. Su testimonio revela el camino desde la oscuridad y la desesperanza hasta la búsqueda de ayuda profesional, el acompañamiento familiar y espiritual, y la reconstrucción de su vida.

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Con el inicio de septiembre, mes destinado a la concientización y prevención del suicidio, los especialistas insisten en la importancia de abrir el diálogo sobre un tema que sigue siendo un tabú en la sociedad argentina. Hablar de pensamientos suicidas, acompañamiento familiar y salud mental no es sencillo, pero se trata de una cuestión de vida o muerte. En este marco, Flor, una mujer de 35 años, comparte por primera vez su experiencia personal, con la intención de ofrecer una guía de esperanza y mostrar que pedir ayuda es posible y necesario.

Flor recordó las ocasiones en que intentó quitarse la vida. “Tenía todo lo material y familiar que uno podría desear, pero me sentía vacía, incompleta. Nada llenaba ese vacío”, confesó. La joven relató cómo heridas de la infancia no resueltas y la acumulación de emociones reprimidas contribuyeron a sumergirla en un estado de profunda tristeza y desesperanza.

Suicidio: un tema que incomoda pero que debe ser tratado sin rodeos ni prejuicios

“Muchas veces creemos que podemos solos, que solo con voluntad podremos superar la oscuridad. No es así”, explicó. En su experiencia, buscar ayuda profesional, terapias psicológicas y, cuando fue necesario, tratamiento psiquiátrico, fueron herramientas esenciales para reconstruirse.

“Pedir ayuda me permitió salir adelante; hay esperanza incluso en los momentos más oscuros.”

Enfatizó que identificar que se necesita ayuda es el primer paso para superar la crisis. “Cuando uno atraviesa ideaciones suicidas, no puede salir adelante solo. La asistencia profesional, acompañada del apoyo familiar y comunitario, es fundamental”, subrayó. Recomendó iniciar el diálogo incluso de formas indirectas: un mensaje, una canción, un video o un reel que refleje lo que se siente puede ser un primer paso para pedir ayuda.

“Decirle a alguien ‘me siento así’ puede salvar vidas. Muchos jóvenes piensan que están solos, pero no es cierto. Siempre hay recursos disponibles: psicólogos, hospitales, iglesias, líneas de asistencia”, agregó.

“La terapia y el acompañamiento profesional me enseñaron a encontrar sentido y propósito en mi vida.”

En su relato,  destacó también el rol de la fe como complemento a la atención profesional. La espiritualidad, explicó, le permitió encontrar un eje de contención emocional y sentido de vida: “Mi fe y mi relación con Dios fueron un pilar. La terapia y el acompañamiento psicológico me dieron herramientas, pero la fe me sostuvo y me restauró desde adentro”.

Asimismo, Flor advirtió que el tabú sobre la salud mental no solo existe en la sociedad, sino en los hogares. Muchos padres, por desconocimiento, minimizan los síntomas de angustia o tristeza profunda de sus hijos. “Frases como ‘no te falta nada’ o ‘eso es para locos’ generan muros en lugar de puentes. La salud mental no se mide en bienes materiales; requiere escucha, acompañamiento y contención emocional”, aseguró.

El testimonio de Flor también resaltó señales de alerta que los padres y familiares pueden observar como por ejemplo; aislamiento, descuido personal, cambios drásticos de conducta, consumo de sustancias o pérdida de motivación. Identificar estos indicadores a tiempo puede marcar la diferencia entre la vida y la muerte.

“Compartir lo que sentimos, aunque sea con un mensaje o un gesto, nos conecta y nos ayuda a superar la tristeza.”

Mensaje de esperanza

Flor dio un mensaje para quienes atraviesan momentos similares: “No están solos. Buscar ayuda no es un signo de debilidad, es un grito de vida. Se puede salir adelante, reconstruirse y encontrar propósito y sentido en la existencia”.

Su historia evidenció que la prevención del suicidio requiere diálogo abierto, acompañamiento profesional, comprensión familiar y, en muchos casos, apoyo espiritual. “Romper el tabú, hablar con responsabilidad y ofrecer contención puede salvar vidas”, concluyó.

“Con fe, apoyo y herramientas adecuadas, es posible transformar la oscuridad en fuerza y reconstrucción personal.”

Con su testimonio, esta joven metanense, demostró que aunque el camino sea difícil, hay salida. Su historia no solo visibiliza el dolor que enfrentan quienes atraviesan ideaciones suicidas, sino también las herramientas de recuperación y la importancia de un entorno que escuche y acompañe.

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Suicidio: un tema que incomoda pero que debe ser tratado sin rodeos ni prejuicios

En su columna semanal, el psicólogo Lic. Fernando Serrano Urdanibia (MP 1894) aborda el suicidio como uno de los tabúes más fuertes de nuestra sociedad y plantea la necesidad de hablar del tema con responsabilidad, en el marco del mes dedicado a su prevención.

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El suicidio sigue siendo, en pleno siglo XXI, un tema que incomoda, se esquiva y en muchos ámbitos se evita mencionar. Hablar de él implica atravesar un muro cultural y social que lo ha convertido en un verdadero tabú, reforzado por prejuicios, temores y silencios que no solo no resuelven el problema, sino que lo profundizan.

Durante años, distintos asuntos ocuparon el lugar de lo innombrable. La sexualidad, por ejemplo, estuvo rodeada de prohibiciones hasta que, poco a poco, se comenzó a tratar con mayor apertura. Sin embargo, la muerte continúa siendo un terreno lleno de restricciones, y dentro de ella, la decisión de poner fin a la propia vida aparece como uno de los temas más difíciles de afrontar.

En el marco del mes amarillo dedicado a la prevención del suicidio, el psicólogo Fernando Serrano Urdanibia plantea la necesidad de abordar este fenómeno de manera seria, responsable y sin rodeos, acompañado por testimonios como el de Flor, una mujer que atravesó un intento de suicidio y hoy decidió compartir su experiencia como forma de tender una mano a quienes aún buscan ayuda.

 

“El silencio puede incomodar. El silencio, incluso, puede llegar a matar”

Uno de los factores más complejos es el silencio. “El silencio puede incomodar y, en ciertos casos, puede llegar a matar”, explica Serrano Urdanibia. La sociedad argentina habla muy poco de suicidio, y cuando lo hace suele ser desde la culpa, la vergüenza o el desconocimiento. En muchas familias, frente a un fallecimiento por esta causa, se escucha todavía: “Mejor no hables de eso” o “Inventá otra cosa”.

Ese ocultamiento priva a quienes atraviesan pensamientos suicidas de un espacio donde expresar su dolor. Según la Organización Mundial de la Salud (OMS), hablar del tema con responsabilidad no induce al acto, sino que abre la posibilidad de que alguien en crisis busque ayuda.

 

“Mientras evitamos el tema, el suicidio mata a más de un millón de personas al año en el mundo”

Las estadísticas son contundentes; cada año, más de un millón de personas en el mundo mueren por suicidio. Se trata de una cifra que supera a la de los accidentes de tránsito o a la suma de todas las muertes violentas. Sin embargo, a diferencia de otros problemas sociales, el suicidio rara vez ocupa un lugar en la agenda pública.

Prejuicios que sostienen el tabú

Algunos de los argumentos más repetidos para mantener el silencio son:

  • “Hablar de suicidio puede alentar a las personas”: en realidad, hacerlo de manera responsable permite abrir un espacio de reflexión.
  • “Quien dice que va a suicidarse no lo hará”: cada pedido de ayuda debe tomarse con seriedad.
  • “El suicida tiene todo decidido”: en la mayoría de los casos existe ambivalencia; una palabra de apoyo puede cambiar el desenlace.
  • “El suicidio es hereditario”: lo que influyen son factores de personalidad, contexto y salud emocional, no la herencia biológica.

Los estudios señalan que testimonios de personas que atravesaron situaciones de riesgo y lograron pedir ayuda pueden tener un efecto positivo de imitación, fortaleciendo la esperanza y la decisión de vivir.

 

“Pedir ir al psicólogo no es un capricho. Es un pedido de escucha profesional, libre de juicio”

El tabú en el hogar

El problema no está solo en la sociedad, también en los hogares. “Cuando un hijo pide ir al psicólogo, muchas veces se le responde: ‘¿Para qué, si no te falta nada?’ o ‘Eso es para locos’”, señala Serrano Urdanibia. Estas respuestas levantan muros en lugar de abrir caminos de contención.

El bienestar emocional no depende de tener casa o alimento, sino de sentirse acompañado y comprendido. Negar la ayuda profesional bajo la idea de que “es cuestión de voluntad” profundiza la soledad y, en muchos casos, puede agravar el sufrimiento.

 

“Ese silencio es una segunda muerte. Convierte el hecho en un fantasma del que nadie habla, pero que todos sienten”

 

El escenario más doloroso se da cuando el pedido de ayuda no fue escuchado y la persona decide quitarse la vida. En muchos casos, el hecho se oculta bajo la palabra “accidente” o se evita mencionarlo. Ese silencio, calificado por especialistas como “una segunda muerte”, no permite elaborar el duelo ni reconocer la importancia de la salud mental.

Hablar no devuelve la vida de quien ya no está, pero sí puede salvar a quienes aún buscan ser comprendidos.

La fe ocupa un lugar central en numerosas familias. La religión puede brindar acompañamiento y comunidad, pero no debe reemplazar la atención profesional. “Rezar puede dar alivio, pero no sustituye a la intervención clínica necesaria”, sostiene el especialista. La espiritualidad y la psicología, en cambio, pueden complementarse.

“Hablar del suicidio con respeto y responsabilidad no lo promueve, lo previene”

Hablar para prevenir

El consenso entre especialistas es; hablar de suicidio no lo fomenta, lo previene. Callar, en cambio, alimenta la oscuridad. El suicidio no se enfrenta con silencios, sino con escucha, acompañamiento y políticas públicas que garanticen atención accesible.

Serrano Urdanibia concluye: “Pedir ayuda no es debilidad, es un acto de vida. El tabú del suicidio debe romperse con información y diálogo. Que no se lo hable, no quiere decir que deja de existir”.

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Gaslighting: el abuso emocional que confunde el amor, manipula y destruye la identidad

El psicólogo Fernando Serrano Urdanibia explicó cómo el gaslighting, una forma de manipulación psicológica, puede aparecer en la pareja, la familia, las amistades o el trabajo, generando confusión, dependencia y pérdida de autoestima.

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El psicólogo licenciado Fernando Serrano Urdanibia (MP 1894) dedicó su última columna a un tema que, aunque muchas veces pasa inadvertido, afecta a miles de personas en distintos ámbitos: el gaslighting, conocido en español como “luz de gas”. Se trata de una modalidad de maltrato psicológico que opera de manera sutil pero con efectos profundamente destructivos, llevando a la víctima a dudar de sus recuerdos, emociones e incluso de su propia percepción de la realidad.

“Si me dejas, haré una locura”, “Nunca me hubiera imaginado que te comportaras así conmigo”, o “Todo esto lo hice por vos, ¿por qué no podés hacer algo tan simple por mí?” son algunas de las frases típicas que ejemplifican este mecanismo de manipulación. El licenciado Serrano explicó que este tipo de expresiones generan confusión y sentimientos de culpa, hasta el punto de llevar a la persona a preguntarse si lo que vivió realmente ocurrió como lo recuerda.

Un término con origen teatral

El concepto de gaslighting surgió de la obra de teatro “Gas Light”, escrita por Patrick Hamilton en 1938, en la que un hombre manipula a su esposa hasta convencerla de que está perdiendo la razón. En la trama, el marido modificaba pequeños detalles del hogar y negaba sistemáticamente los cambios, logrando que su mujer dudara de sí misma.

La especialista estadounidense Susan Forward introdujo el término en el campo psicológico a fines de los años noventa, describiéndolo como una forma de abuso emocional en la que el agresor hace que la víctima cuestione su memoria, su juicio y su cordura.

Serrano destacó que esta manipulación no se limita a la pareja. Puede presentarse en vínculos familiares, amistades o entornos laborales. “El gaslighting implica siempre un ejercicio de poder, donde alguien busca imponer su versión de la realidad sobre otra persona, debilitando su autoestima y generando dependencia emocional”, señaló.

Cómo identificarlo

Según el profesional, algunas señales frecuentes son:

  • Críticas reiteradas que buscan hacer sentir a la persona inferior o inútil.
  • Ridiculización en público para restarle valor a sus reclamos.
  • Difusión de mentiras a terceros con el objetivo de aislarla socialmente.
  • Alternancia entre maltrato y gestos afectuosos, que generan confusión.

Serrano remarcó que expresiones como “Lo estás inventando”, “Necesitás ayuda” o “No es para tanto” son estrategias habituales utilizadas por quienes ejercen este tipo de violencia emocional.

Consecuencias y prevención

El gaslighting daña la autoestima, deteriora el autoconcepto y puede llevar a la víctima a una pérdida de identidad. En el ámbito laboral, se manifiesta en críticas desmedidas, acusaciones falsas y exclusión. En las amistades, se utiliza para forzar conductas contrarias a las convicciones personales.

El licenciado Serrano subrayó que el primer paso para evitar este tipo de manipulación es reconocerla. “No se debe justificar el maltrato en nombre del amor ni aceptar que una relación de pareja, de trabajo o de amistad produzca sufrimiento constante. Buscar apoyo en familiares, amigos o profesionales de la salud es fundamental para salir de este círculo”, sostuvo.

Finalmente, recordó que ninguna relación sana debería generar miedo, inseguridad o dudas permanentes sobre la propia percepción: “El amor nunca puede confundirse con manipulación ni con abuso emocional”.

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