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Especialistas afirman que la oftalmología argentina «puede sufrir riesgos irreparables»

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Con 138 profesionales por cada millón de habitantes, Argentina cuenta con una gran especialización en oftalmología lo que posiciona a la atención de esa rama de la medicina en un lugar de liderazgo en Latinoamérica, señalaron especialistas que, en la conmemoración de su día, también advirtieron que el deterioro de sus ingresos amenaza con «sufrir riesgos históricos irreparables».

En coincidencia con la veneración de la «patrona de la vista», Santa Lucía de Siracusa, la cual es venerada por las iglesias católica y luterana, cada 13 de diciembre se celebra el día Mundial de las oftalmólogas y oftalmólogos, por lo que Télam convocó a especialistas para actualizar el estado de la profesión y las afecciones más prevalentes en la región que varían según las edades.

La oftalmología en la Argentina actual

En Argentina, se estima un promedio de seis mil médicas y médicos oftalmólogos, lo que representa un especialista cada 7.500 habitantes o 138 por cada millón de personas, según datos aportados a Télam por el profesor consulto de la cátedra de oftalmología de la facultad de Medicina de la Universidad de Buenos Aires y del Hospital de Clínicas, Roberto Borrone.

A modo comparativo con la región americana y europea, Borrone especificó que en Brasil y México, «existen 70 especialistas cada un millón de habitantes; en Uruguay 56; en Chile 44 y en Perú, Bolivia y Paraguay, 32 médicos, y en Ecuador 23, bajo esa proporción».

«Si ubicamos esta cifra en cantidad de médicos de todas las especialidades, en el país hay 4,1 cada mil habitantes, similar a Australia, con 4.1; Alemania, 4.4; Noruega, 5,2; Brasil, 2.3 (2019); Chile, 2.8 (2020); España, 4.4 (2019); Estados Unidos, 2.6 (2018)», contó el médico, tras remarcar que el gran problema local «es la irregular distribución geográfica, con alta concentración de profesionales en los grandes centros urbanos».

La atención oftalmológica mantiene una posición de liderazgo en la región, compartida con Brasil en cuanto a la producción científica, con «gran cantidad de especialistas oftalmólogos argentinos que son referentes mundiales en sus respectivas subespecialidades oftalmológicas», aclaró el docente.

El actual presidente de la Consejo Argentina de Oftalmología (CAO), médico oftalmólogo y cirujano, Juan Sebastián Rivero, coincidió en ese sentido al afirmar que la oftalmología argentina fue «históricamente reconocida por el elevado nivel académico de los profesionales».

«La mayoría de las residencias oftalmológicas, sistema a través del cual se forman los y las profesionales, son constantemente certificadas por el CAO para asegurar un alto nivel de formación y capacitación», dijo Rivero.

Sobre la situación laboral de la especialización, en sintonía con la opinión de Borrone, Rivero afirmó que la calidad de la atención oftalmológica «se encuentra amenazada por la situación político-económica de nuestro país, que atraviesa a toda la medicina, y en particular, a nuestra especialidad cuyos insumos son importados y escasean por las dificultades de la salida de dólares que enfrentan los distribuidores e importadores de nuestras maquinas e insumos».

«Hoy, los y las médicas cobran entre 60 y 90 días después de haber realizado una práctica, asumiendo el rol de verdaderos financiadores del sistema, lo que hace muy difícil sino imposible, sostener esa calidad histórica de la medicina oftalmológica argentina y de toda la medicina, que está en riesgo inminente de sufrir daños irreparables e históricos, junto con el deterioro de la salud de las personas«, afirmó.

En tanto Borrone, del Clínicas, se remitió a datos recientes que indican que «los médicos y médicas argentinas cobran entre tres y cuatro veces menos que en los países limítrofes«.

Los problemas oculares más frecuentes

En coincidencia con ambos especialistas, la titular del servicio de oftalmología del Hospital de infancias del Garrahan, Viviana Abudi, recordó las problemáticas oftalmológicas más frecuentes de la actualidad, según las edades de la población argentina.

«Las enfermedades oftalmológicas más frecuente en personas adultas y edad escolar, son los problemas de anteojos, los vicios de refracción; hay una incidencia de astigmatismo miópico, en aquellas personas que leen, que usan muchas pantallas y que tienen gran sobrecarga de la visión cercana», compartió a Télam Abudi.

Después de los 45 años, aparecen muchos casos de presbicia, que es un envejecimiento fisiológico del ojo, ante el cual se deben utilizar anteojos de cerca.

«Esa sería la afección más frecuente; le sigue la catarata, que es la primera causa de ceguera, reversible a través de la cirugía», aclaró la especialista.

Por su parte, Borrone remarcó que la prevalencia de la miopía (dificultad para ver nítidamente objetos lejanos), se encuentra en aumento notorio en Argentina y a nivel mundial, «hasta tal punto que ya se habla de una ´epidemia mundial de miopía«, dijo.

«Las investigaciones sobre este tema (en las cuales Argentina ocupa un lugar preponderante) nos enseñaron la importancia de que las infancias pasen al menos dos horas por día expuestos a la luz solar y  evitar el sobreuso de pantallas en los más pequeños, principalmente quienes tienen mayor riesgo debido a antecedentes familiares de miopía», explicó el especialista.

En la edad media de la vida, principalmente a partir de los 40 años, aumenta la prevalencia del glaucoma, una afección del nervio óptico, cuyo principal factor de riesgo es la hipertensión ocular (la presión elevada de un líquido transparente que circula dentro del ojo, denominado humor acuoso), enfermedad silenciosa que no da síntomas y avanzó significativamente.

Tanto Borrone como Abudi resaltaron el impacto de una enfermedad de gran prevalencia como la diabetes la cual «puede generar un serio compromiso visual, al afectar los pequeños vasos sanguíneos de la retina, llamado retinopatía diabética, que en algunos puede generar ceguera, aunque el 80% de estos casos son evitables».

Luego de los 60 años, la catarata y la degeneración macular, son las dos afecciones prevalentes relacionadas con la edad.

Según Borrone, «la catarata es la opacificación de una lente interna del ojo, el cristalino, requiere una cirugía en la que se reemplaza ese cristalino por una lente artificial intraocular».

La degeneración macular es una enfermedad degenerativa del área central de la retina denominada mácula, que tiene su respectivo tratamiento.

Los profesionales recuerdan la importancia de la detección precoz y el seguimiento de las afecciones y Abudi recordó que «si corregimos las afecciones en las infancias una vez que se completó el desarrollo, a los 8 o 10 años, es tarde, ya no hay regresión para aquello que no aprendieron a ver».

Además de los controles los primeros meses de vida, para descartar cataratas también se verifica evitar el tumor maligno más frecuente de la infancia después de la leucemia, que es el retinoblastoma.

«Estos exámenes se repiten a los seis meses, al año de vida, siempre con dilatación mirando el fondo de ojo, a los tres años, se deben hacer estudios de la refracción y repetir cada dos años, por la incidencia de miopización de las infancias por el uso de pantallas», explicó.

En coincidencia con los profesionales, Abudi enfatizó en que se recomienda a las familias, disminuir la cantidad del tiempo en que se utilizan las pantallas, mejorar la vida al aire libre, mejorar la alimentación.

«Es muy importante la exposición a la luz ambiental y la realización de deportes», apuntó la médica, quien también aconseja la disminución a la exposición en la radiación solar ultravioleta UVA y UVB, que produce daños acumulativos en la retina, con la utilización de filtros solares.

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La Virgen del Milagro en el Polo Sur: El salteño que unió fe y patria en la Antártida

Un militar salteño unió la fe del Milagro con la historia antártica argentina. En 1965, el rosarino Jorge Edgar Leal, al mando de una expedición al Polo Sur, no solo izó la bandera nacional, sino que también dejó una réplica de la imagen de la Virgen del Milagro en el rincón más austral del planeta.

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En el marco de una nueva celebración del Señor y la Virgen del Milagro, patronos de Salta, es oportuno recordar la hazaña de un militar salteño que llevó la devoción provincial al rincón más austral del planeta. El rosarino Jorge Edgar Leal, al mando de la histórica expedición «Operación 90», dejó un legado imborrable que fusiona la identidad salteña con la historia antártica argentina.

El 10 de diciembre de 1965, después de 48 días de viaje y 1.450 kilómetros recorridos en un contexto de temperaturas extremas y condiciones climáticas adversas, la expedición de Leal llegó al Polo Sur. En ese punto, izó con orgullo la bandera argentina y, en un acto que «salteñizó» la proeza, dejó una réplica de la imagen de la Virgen del Milagro en la meseta antártica.

Esta gesta, que no aparece en las memorias del propio Leal, fue reportada en una breve crónica del diario El Tribuno de Salta, destacando que «ahora los salteños pueden decir que su imagen patrona vela por la patria, desde el mismo Polo Sur».

Un viaje a corazón helado: La travesía de la «Operación 90»

La expedición, que partió desde la base argentina Manuel Belgrano, enfrentó desafíos inmensos. Leal, en sus crónicas publicadas en «Memorias de un antártico», relató las dificultades de la marcha final con 30 grados bajo cero y una densa capa de nubes que impedía la orientación.

Fue gracias al sargento ayudante Adolfo Oscar Moreno, un topógrafo de la misión, que lograron aprovechar un breve claro en el cielo para determinar su posición y continuar el rumbo. La llegada al Polo fue confirmada al divisar las instalaciones de la base norteamericana Amundsen-Scott, una señal inequívoca de su éxito.

El vehículo que transportaba a Leal y a la imagen de la Virgen del Milagro llevaba el nombre «Salta» en su honor, un guiño a la tierra natal del militar. Tras la llegada, Leal elevó el mástil de la bandera argentina y se comunicó por radio con las autoridades en Buenos Aires. Posteriormente, el equipo posó para la foto que inmortalizaría el logro, un momento de victoria en el que las nubes se disiparon, como si la misma naturaleza hubiera querido ser testigo de la proeza.

La historia de Jorge Edgar Leal es un recordatorio de cómo la fe y la devoción, tan arraigadas en la cultura salteña, pueden ser parte de las mayores hazañas humanas, uniendo el fervor del Milagro con la inmensidad del continente blanco.

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“Quería terminar con el dolor”: Flor cuenta su experiencia tras intentar suicidarse

En el marco de septiembre, mes dedicado a la prevención del suicidio, Flor, una joven de 35 años, decidió compartir por primera vez su experiencia personal con ideaciones suicidas. Su testimonio revela el camino desde la oscuridad y la desesperanza hasta la búsqueda de ayuda profesional, el acompañamiento familiar y espiritual, y la reconstrucción de su vida.

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Con el inicio de septiembre, mes destinado a la concientización y prevención del suicidio, los especialistas insisten en la importancia de abrir el diálogo sobre un tema que sigue siendo un tabú en la sociedad argentina. Hablar de pensamientos suicidas, acompañamiento familiar y salud mental no es sencillo, pero se trata de una cuestión de vida o muerte. En este marco, Flor, una mujer de 35 años, comparte por primera vez su experiencia personal, con la intención de ofrecer una guía de esperanza y mostrar que pedir ayuda es posible y necesario.

Flor recordó las ocasiones en que intentó quitarse la vida. “Tenía todo lo material y familiar que uno podría desear, pero me sentía vacía, incompleta. Nada llenaba ese vacío”, confesó. La joven relató cómo heridas de la infancia no resueltas y la acumulación de emociones reprimidas contribuyeron a sumergirla en un estado de profunda tristeza y desesperanza.

Suicidio: un tema que incomoda pero que debe ser tratado sin rodeos ni prejuicios

“Muchas veces creemos que podemos solos, que solo con voluntad podremos superar la oscuridad. No es así”, explicó. En su experiencia, buscar ayuda profesional, terapias psicológicas y, cuando fue necesario, tratamiento psiquiátrico, fueron herramientas esenciales para reconstruirse.

“Pedir ayuda me permitió salir adelante; hay esperanza incluso en los momentos más oscuros.”

Enfatizó que identificar que se necesita ayuda es el primer paso para superar la crisis. “Cuando uno atraviesa ideaciones suicidas, no puede salir adelante solo. La asistencia profesional, acompañada del apoyo familiar y comunitario, es fundamental”, subrayó. Recomendó iniciar el diálogo incluso de formas indirectas: un mensaje, una canción, un video o un reel que refleje lo que se siente puede ser un primer paso para pedir ayuda.

“Decirle a alguien ‘me siento así’ puede salvar vidas. Muchos jóvenes piensan que están solos, pero no es cierto. Siempre hay recursos disponibles: psicólogos, hospitales, iglesias, líneas de asistencia”, agregó.

“La terapia y el acompañamiento profesional me enseñaron a encontrar sentido y propósito en mi vida.”

En su relato,  destacó también el rol de la fe como complemento a la atención profesional. La espiritualidad, explicó, le permitió encontrar un eje de contención emocional y sentido de vida: “Mi fe y mi relación con Dios fueron un pilar. La terapia y el acompañamiento psicológico me dieron herramientas, pero la fe me sostuvo y me restauró desde adentro”.

Asimismo, Flor advirtió que el tabú sobre la salud mental no solo existe en la sociedad, sino en los hogares. Muchos padres, por desconocimiento, minimizan los síntomas de angustia o tristeza profunda de sus hijos. “Frases como ‘no te falta nada’ o ‘eso es para locos’ generan muros en lugar de puentes. La salud mental no se mide en bienes materiales; requiere escucha, acompañamiento y contención emocional”, aseguró.

El testimonio de Flor también resaltó señales de alerta que los padres y familiares pueden observar como por ejemplo; aislamiento, descuido personal, cambios drásticos de conducta, consumo de sustancias o pérdida de motivación. Identificar estos indicadores a tiempo puede marcar la diferencia entre la vida y la muerte.

“Compartir lo que sentimos, aunque sea con un mensaje o un gesto, nos conecta y nos ayuda a superar la tristeza.”

Mensaje de esperanza

Flor dio un mensaje para quienes atraviesan momentos similares: “No están solos. Buscar ayuda no es un signo de debilidad, es un grito de vida. Se puede salir adelante, reconstruirse y encontrar propósito y sentido en la existencia”.

Su historia evidenció que la prevención del suicidio requiere diálogo abierto, acompañamiento profesional, comprensión familiar y, en muchos casos, apoyo espiritual. “Romper el tabú, hablar con responsabilidad y ofrecer contención puede salvar vidas”, concluyó.

“Con fe, apoyo y herramientas adecuadas, es posible transformar la oscuridad en fuerza y reconstrucción personal.”

Con su testimonio, esta joven metanense, demostró que aunque el camino sea difícil, hay salida. Su historia no solo visibiliza el dolor que enfrentan quienes atraviesan ideaciones suicidas, sino también las herramientas de recuperación y la importancia de un entorno que escuche y acompañe.

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Suicidio: un tema que incomoda pero que debe ser tratado sin rodeos ni prejuicios

En su columna semanal, el psicólogo Lic. Fernando Serrano Urdanibia (MP 1894) aborda el suicidio como uno de los tabúes más fuertes de nuestra sociedad y plantea la necesidad de hablar del tema con responsabilidad, en el marco del mes dedicado a su prevención.

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El suicidio sigue siendo, en pleno siglo XXI, un tema que incomoda, se esquiva y en muchos ámbitos se evita mencionar. Hablar de él implica atravesar un muro cultural y social que lo ha convertido en un verdadero tabú, reforzado por prejuicios, temores y silencios que no solo no resuelven el problema, sino que lo profundizan.

Durante años, distintos asuntos ocuparon el lugar de lo innombrable. La sexualidad, por ejemplo, estuvo rodeada de prohibiciones hasta que, poco a poco, se comenzó a tratar con mayor apertura. Sin embargo, la muerte continúa siendo un terreno lleno de restricciones, y dentro de ella, la decisión de poner fin a la propia vida aparece como uno de los temas más difíciles de afrontar.

En el marco del mes amarillo dedicado a la prevención del suicidio, el psicólogo Fernando Serrano Urdanibia plantea la necesidad de abordar este fenómeno de manera seria, responsable y sin rodeos, acompañado por testimonios como el de Flor, una mujer que atravesó un intento de suicidio y hoy decidió compartir su experiencia como forma de tender una mano a quienes aún buscan ayuda.

 

“El silencio puede incomodar. El silencio, incluso, puede llegar a matar”

Uno de los factores más complejos es el silencio. “El silencio puede incomodar y, en ciertos casos, puede llegar a matar”, explica Serrano Urdanibia. La sociedad argentina habla muy poco de suicidio, y cuando lo hace suele ser desde la culpa, la vergüenza o el desconocimiento. En muchas familias, frente a un fallecimiento por esta causa, se escucha todavía: “Mejor no hables de eso” o “Inventá otra cosa”.

Ese ocultamiento priva a quienes atraviesan pensamientos suicidas de un espacio donde expresar su dolor. Según la Organización Mundial de la Salud (OMS), hablar del tema con responsabilidad no induce al acto, sino que abre la posibilidad de que alguien en crisis busque ayuda.

 

“Mientras evitamos el tema, el suicidio mata a más de un millón de personas al año en el mundo”

Las estadísticas son contundentes; cada año, más de un millón de personas en el mundo mueren por suicidio. Se trata de una cifra que supera a la de los accidentes de tránsito o a la suma de todas las muertes violentas. Sin embargo, a diferencia de otros problemas sociales, el suicidio rara vez ocupa un lugar en la agenda pública.

Prejuicios que sostienen el tabú

Algunos de los argumentos más repetidos para mantener el silencio son:

  • “Hablar de suicidio puede alentar a las personas”: en realidad, hacerlo de manera responsable permite abrir un espacio de reflexión.
  • “Quien dice que va a suicidarse no lo hará”: cada pedido de ayuda debe tomarse con seriedad.
  • “El suicida tiene todo decidido”: en la mayoría de los casos existe ambivalencia; una palabra de apoyo puede cambiar el desenlace.
  • “El suicidio es hereditario”: lo que influyen son factores de personalidad, contexto y salud emocional, no la herencia biológica.

Los estudios señalan que testimonios de personas que atravesaron situaciones de riesgo y lograron pedir ayuda pueden tener un efecto positivo de imitación, fortaleciendo la esperanza y la decisión de vivir.

 

“Pedir ir al psicólogo no es un capricho. Es un pedido de escucha profesional, libre de juicio”

El tabú en el hogar

El problema no está solo en la sociedad, también en los hogares. “Cuando un hijo pide ir al psicólogo, muchas veces se le responde: ‘¿Para qué, si no te falta nada?’ o ‘Eso es para locos’”, señala Serrano Urdanibia. Estas respuestas levantan muros en lugar de abrir caminos de contención.

El bienestar emocional no depende de tener casa o alimento, sino de sentirse acompañado y comprendido. Negar la ayuda profesional bajo la idea de que “es cuestión de voluntad” profundiza la soledad y, en muchos casos, puede agravar el sufrimiento.

 

“Ese silencio es una segunda muerte. Convierte el hecho en un fantasma del que nadie habla, pero que todos sienten”

 

El escenario más doloroso se da cuando el pedido de ayuda no fue escuchado y la persona decide quitarse la vida. En muchos casos, el hecho se oculta bajo la palabra “accidente” o se evita mencionarlo. Ese silencio, calificado por especialistas como “una segunda muerte”, no permite elaborar el duelo ni reconocer la importancia de la salud mental.

Hablar no devuelve la vida de quien ya no está, pero sí puede salvar a quienes aún buscan ser comprendidos.

La fe ocupa un lugar central en numerosas familias. La religión puede brindar acompañamiento y comunidad, pero no debe reemplazar la atención profesional. “Rezar puede dar alivio, pero no sustituye a la intervención clínica necesaria”, sostiene el especialista. La espiritualidad y la psicología, en cambio, pueden complementarse.

“Hablar del suicidio con respeto y responsabilidad no lo promueve, lo previene”

Hablar para prevenir

El consenso entre especialistas es; hablar de suicidio no lo fomenta, lo previene. Callar, en cambio, alimenta la oscuridad. El suicidio no se enfrenta con silencios, sino con escucha, acompañamiento y políticas públicas que garanticen atención accesible.

Serrano Urdanibia concluye: “Pedir ayuda no es debilidad, es un acto de vida. El tabú del suicidio debe romperse con información y diálogo. Que no se lo hable, no quiere decir que deja de existir”.

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