«Para las Fiestas se proyecta el consumo más bajo de los últimos veinte años; los datos que vaticinan una caída de más del 35% surgen a poco de las celebraciones de fin de año», señaló el titular de Indecom, Miguel Calvete.
Los precios de los productos tradicionales de la mesa navideña registran aumentos en torno al 200 por ciento respecto del año pasado, sin tomar en cuenta las últimas medidas anunciadas por el Gobierno nacional, lo que anticipa un menor nivel de consumo, opinaron comerciantes del sector y especialistas.
«Las confituras las compramos a esta empresa de las 5 letras que nos mandó una nota diciendo que su mercadería subió 50%, un maní con chocolate de esa empresa que estaba 500 pesos debe estar 700», dijo el presidente de la Federación de Almaceneros de la provincia de Buenos Aires (FABA), Fernando Savore.
En declaraciones radiales, sostuvo que «los pan dulce más tradicionales que se venden en nuestros negocios de 400 gramos estaban en el mayorista a 1.000 pesos, lo puse a la venta a 1.300 y ayer en el mayorista lo vi a 1700 de costo».
«El 21 de noviembre encontramos entre 25 y 30% de aumento, pensamos que la mercadería había golpeado un techo, pero la semana pasada tuvimos otro golpazo de precios entre 30 y 40%, en los que el aceite triplicó el valor», remarcó.
«Este lunes fui y estaba medianamente igual y ayer fuimos al mayorista y otra vez vimos cambios de precios de entre 20 y 30%. Hay mercaderías que me superaron en costos, un puré de papas instantáneo que vendía a 700 pesos al público hoy me cuesta 1100 pesos a mi, hay precios que están totalmente fuera de foco», agregó.
Por su parte, Sergio Casinerio, presidente de la Cámara de Supermercados de Rosario, dijo que están «con preocupación» porque ven «una escalada que resulta en algunos casos innecesaria, tendría que haber consciencia general».
Afirmó que «el consumidor no va a convalidar eternamente aumentos; el consumidor va aplicando una ingeniería de consumo que está ligada a su salario y dejan de consumir cierto producto, en algunas góndolas hay poco cambio, algunas no necesitan reposición en el día».
La cámara rosarina lanzó la semana pasada una canasta navideña con un valor de 2.490 pesos que consta de cinco artículos básicos: sidra, pan dulce, budín, garrapiñada y turrón, con una suba respecto del año pasado «comparable al índice de la inflación interanual».
Consultado sobre si los precios seguirán aumentando, sostuvo que «algo más sí» pero aspira a que la industria «vea un poco de previsibilidad en cuanto al plan económico, que se tranquilice y deje de generar ese colchón de ´por las dudas´».
«Muchas empresas ya venían hace rato a un dólar de mil, entonces no se puede convalidar que ahora porque suba a 800 lo toquen de vuelta», remarcó.
El Instituto de Estadísticas del Defensor del Pueblo (Inedep) estimó un costo mínimo de $ 13.813,41 para un combo económico de confituras y productos dulces y detalló que ese mismo combo pero de productos de primera marca puede alcanzar los $ 23.562,61.
«Todos los productos relevados tuvieron importantes incrementos respecto del 2022. Desde una sidra de marca económica, que aumentó el 137,48%, hasta el maní con chocolate, también de segunda marca, cuyo aumento alcanza el 275,28%», señaló.
Entre las primeras marcas se destaca el aumento en la lata de durazno al natural y la lata de ensalada de frutas al natural, cuyo precio se incrementó en 234,95% y 294,85%, respectivamente.
Es así que, comparada con diciembre del año pasado, la canasta económica para el brindis aumentó un promedio de 148,12% y una compuesta por productos de primera marca, se incrementó en 200,98%.
Según las variaciones de los productos, el asado de costilla tuvo el mayor aumento entre las carnes (225,86%), seguido por el pollo (190,44%), lechón (184,74%) y, por último, la pavita, con una suba del 154,19%.
En cuanto a las guarniciones, la preparación que más aumentó es papas fritas, con una variación interanual de 294,92%, seguida por ensalada de lechuga y tomate (286,18%) y la ensalada de papa y huevo (267,90%).
En tanto, un relevamiento del Instituto de Estudios de Consumo Masivo (Indecom) realizado en 4 superficies mayoristas, 141 supermercados de grandes cadenas y 322 autoservicios de proximidad a lo largo del país, arrojó que en los comestibles y bebidas que componen los diferentes menús de Navidad y fin de año hubo una suba de precios interanual que, en algunos casos, supera en 230% los valores de 2022.
«Para las Fiestas se proyecta el consumo más bajo de los últimos veinte años; los datos que vaticinan una caída de más del 35% surgen a poco de las celebraciones de fin de año», señaló el titular de Indecom, Miguel Calvete.
La Virgen del Milagro en el Polo Sur: El salteño que unió fe y patria en la Antártida
Un militar salteño unió la fe del Milagro con la historia antártica argentina. En 1965, el rosarino Jorge Edgar Leal, al mando de una expedición al Polo Sur, no solo izó la bandera nacional, sino que también dejó una réplica de la imagen de la Virgen del Milagro en el rincón más austral del planeta.
En el marco de una nueva celebración del Señor y la Virgen del Milagro, patronos de Salta, es oportuno recordar la hazaña de un militar salteño que llevó la devoción provincial al rincón más austral del planeta. El rosarino Jorge Edgar Leal, al mando de la histórica expedición «Operación 90», dejó un legado imborrable que fusiona la identidad salteña con la historia antártica argentina.
El 10 de diciembre de 1965, después de 48 días de viaje y 1.450 kilómetros recorridos en un contexto de temperaturas extremas y condiciones climáticas adversas, la expedición de Leal llegó al Polo Sur. En ese punto, izó con orgullo la bandera argentina y, en un acto que «salteñizó» la proeza, dejó una réplica de la imagen de la Virgen del Milagro en la meseta antártica.
Esta gesta, que no aparece en las memorias del propio Leal, fue reportada en una breve crónica del diario El Tribuno de Salta, destacando que «ahora los salteños pueden decir que su imagen patrona vela por la patria, desde el mismo Polo Sur».
Un viaje a corazón helado: La travesía de la «Operación 90»
La expedición, que partió desde la base argentina Manuel Belgrano, enfrentó desafíos inmensos. Leal, en sus crónicas publicadas en «Memorias de un antártico», relató las dificultades de la marcha final con 30 grados bajo cero y una densa capa de nubes que impedía la orientación.
Fue gracias al sargento ayudante Adolfo Oscar Moreno, un topógrafo de la misión, que lograron aprovechar un breve claro en el cielo para determinar su posición y continuar el rumbo. La llegada al Polo fue confirmada al divisar las instalaciones de la base norteamericana Amundsen-Scott, una señal inequívoca de su éxito.
El vehículo que transportaba a Leal y a la imagen de la Virgen del Milagro llevaba el nombre «Salta» en su honor, un guiño a la tierra natal del militar. Tras la llegada, Leal elevó el mástil de la bandera argentina y se comunicó por radio con las autoridades en Buenos Aires. Posteriormente, el equipo posó para la foto que inmortalizaría el logro, un momento de victoria en el que las nubes se disiparon, como si la misma naturaleza hubiera querido ser testigo de la proeza.
La historia de Jorge Edgar Leal es un recordatorio de cómo la fe y la devoción, tan arraigadas en la cultura salteña, pueden ser parte de las mayores hazañas humanas, uniendo el fervor del Milagro con la inmensidad del continente blanco.
“Quería terminar con el dolor”: Flor cuenta su experiencia tras intentar suicidarse
En el marco de septiembre, mes dedicado a la prevención del suicidio, Flor, una joven de 35 años, decidió compartir por primera vez su experiencia personal con ideaciones suicidas. Su testimonio revela el camino desde la oscuridad y la desesperanza hasta la búsqueda de ayuda profesional, el acompañamiento familiar y espiritual, y la reconstrucción de su vida.
Con el inicio de septiembre, mes destinado a la concientización y prevención del suicidio, los especialistas insisten en la importancia de abrir el diálogo sobre un tema que sigue siendo un tabú en la sociedad argentina. Hablar de pensamientos suicidas, acompañamiento familiar y salud mental no es sencillo, pero se trata de una cuestión de vida o muerte. En este marco, Flor, una mujer de 35 años, comparte por primera vez su experiencia personal, con la intención de ofrecer una guía de esperanza y mostrar que pedir ayuda es posible y necesario.
Flor recordó las ocasiones en que intentó quitarse la vida. “Tenía todo lo material y familiar que uno podría desear, pero me sentía vacía, incompleta. Nada llenaba ese vacío”, confesó. La joven relató cómo heridas de la infancia no resueltas y la acumulación de emociones reprimidas contribuyeron a sumergirla en un estado de profunda tristeza y desesperanza.
“Muchas veces creemos que podemos solos, que solo con voluntad podremos superar la oscuridad. No es así”, explicó. En su experiencia, buscar ayuda profesional, terapias psicológicas y, cuando fue necesario, tratamiento psiquiátrico, fueron herramientas esenciales para reconstruirse.
“Pedir ayuda me permitió salir adelante; hay esperanza incluso en los momentos más oscuros.”
Enfatizó que identificar que se necesita ayuda es el primer paso para superar la crisis. “Cuando uno atraviesa ideaciones suicidas, no puede salir adelante solo. La asistencia profesional, acompañada del apoyo familiar y comunitario, es fundamental”, subrayó. Recomendó iniciar el diálogo incluso de formas indirectas: un mensaje, una canción, un video o un reel que refleje lo que se siente puede ser un primer paso para pedir ayuda.
“Decirle a alguien ‘me siento así’ puede salvar vidas. Muchos jóvenes piensan que están solos, pero no es cierto. Siempre hay recursos disponibles: psicólogos, hospitales, iglesias, líneas de asistencia”, agregó.
“La terapia y el acompañamiento profesional me enseñaron a encontrar sentido y propósito en mi vida.”
En su relato, destacó también el rol de la fe como complemento a la atención profesional. La espiritualidad, explicó, le permitió encontrar un eje de contención emocional y sentido de vida: “Mi fe y mi relación con Dios fueron un pilar. La terapia y el acompañamiento psicológico me dieron herramientas, pero la fe me sostuvo y me restauró desde adentro”.
Asimismo, Flor advirtió que el tabú sobre la salud mental no solo existe en la sociedad, sino en los hogares. Muchos padres, por desconocimiento, minimizan los síntomas de angustia o tristeza profunda de sus hijos. “Frases como ‘no te falta nada’ o ‘eso es para locos’ generan muros en lugar de puentes. La salud mental no se mide en bienes materiales; requiere escucha, acompañamiento y contención emocional”, aseguró.
El testimonio de Flor también resaltó señales de alerta que los padres y familiares pueden observar como por ejemplo; aislamiento, descuido personal, cambios drásticos de conducta, consumo de sustancias o pérdida de motivación. Identificar estos indicadores a tiempo puede marcar la diferencia entre la vida y la muerte.
“Compartir lo que sentimos, aunque sea con un mensaje o un gesto, nos conecta y nos ayuda a superar la tristeza.”
Mensaje de esperanza
Flor dio un mensaje para quienes atraviesan momentos similares: “No están solos. Buscar ayuda no es un signo de debilidad, es un grito de vida. Se puede salir adelante, reconstruirse y encontrar propósito y sentido en la existencia”.
Su historia evidenció que la prevención del suicidio requiere diálogo abierto, acompañamiento profesional, comprensión familiary, en muchos casos, apoyo espiritual. “Romper el tabú, hablar con responsabilidad y ofrecer contención puede salvar vidas”, concluyó.
“Con fe, apoyo y herramientas adecuadas, es posible transformar la oscuridad en fuerza y reconstrucción personal.”
Con su testimonio, esta joven metanense, demostró que aunque el camino sea difícil, hay salida. Su historia no solo visibiliza el dolor que enfrentan quienes atraviesan ideaciones suicidas, sino también las herramientas de recuperación y la importancia de un entorno que escuche y acompañe.
Suicidio: un tema que incomoda pero que debe ser tratado sin rodeos ni prejuicios
En su columna semanal, el psicólogo Lic. Fernando Serrano Urdanibia (MP 1894) aborda el suicidio como uno de los tabúes más fuertes de nuestra sociedad y plantea la necesidad de hablar del tema con responsabilidad, en el marco del mes dedicado a su prevención.
El suicidio sigue siendo, en pleno siglo XXI, un tema que incomoda, se esquiva y en muchos ámbitos se evita mencionar. Hablar de él implica atravesar un muro cultural y social que lo ha convertido en un verdadero tabú, reforzado por prejuicios, temores y silencios que no solo no resuelven el problema, sino que lo profundizan.
Durante años, distintos asuntos ocuparon el lugar de lo innombrable. La sexualidad, por ejemplo, estuvo rodeada de prohibiciones hasta que, poco a poco, se comenzó a tratar con mayor apertura. Sin embargo, la muerte continúa siendo un terreno lleno de restricciones, y dentro de ella, la decisión de poner fin a la propia vida aparece como uno de los temas más difíciles de afrontar.
En el marco del mes amarillo dedicado a la prevención del suicidio, el psicólogo Fernando Serrano Urdanibia plantea la necesidad de abordar este fenómeno de manera seria, responsable y sin rodeos, acompañado por testimonios como el de Flor, una mujer que atravesó un intento de suicidio y hoy decidió compartir su experiencia como forma de tender una mano a quienes aún buscan ayuda.
“El silencio puede incomodar. El silencio, incluso, puede llegar a matar”
Uno de los factores más complejos es el silencio. “El silencio puede incomodar y, en ciertos casos, puede llegar a matar”, explica Serrano Urdanibia. La sociedad argentina habla muy poco de suicidio, y cuando lo hace suele ser desde la culpa, la vergüenza o el desconocimiento. En muchas familias, frente a un fallecimiento por esta causa, se escucha todavía: “Mejor no hables de eso” o “Inventá otra cosa”.
Ese ocultamiento priva a quienes atraviesan pensamientos suicidas de un espacio donde expresar su dolor. Según la Organización Mundial de la Salud (OMS), hablar del tema con responsabilidad no induce al acto, sino que abre la posibilidad de que alguien en crisis busque ayuda.
“Mientras evitamos el tema, el suicidio mata a más de un millón de personas al año en el mundo”
Las estadísticas son contundentes; cada año, más de un millón de personas en el mundo mueren por suicidio. Se trata de una cifra que supera a la de los accidentes de tránsito o a la suma de todas las muertes violentas. Sin embargo, a diferencia de otros problemas sociales, el suicidio rara vez ocupa un lugar en la agenda pública.
Prejuicios que sostienen el tabú
Algunos de los argumentos más repetidos para mantener el silencio son:
“Hablar de suicidio puede alentar a las personas”: en realidad, hacerlo de manera responsable permite abrir un espacio de reflexión.
“Quien dice que va a suicidarse no lo hará”: cada pedido de ayuda debe tomarse con seriedad.
“El suicida tiene todo decidido”: en la mayoría de los casos existe ambivalencia; una palabra de apoyo puede cambiar el desenlace.
“El suicidio es hereditario”: lo que influyen son factores de personalidad, contexto y salud emocional, no la herencia biológica.
Los estudios señalan que testimonios de personas que atravesaron situaciones de riesgo y lograron pedir ayuda pueden tener un efecto positivo de imitación, fortaleciendo la esperanza y la decisión de vivir.
“Pedir ir al psicólogo no es un capricho. Es un pedido de escucha profesional, libre de juicio”
El tabú en el hogar
El problema no está solo en la sociedad, también en los hogares. “Cuando un hijo pide ir al psicólogo, muchas veces se le responde: ‘¿Para qué, si no te falta nada?’ o ‘Eso es para locos’”, señala Serrano Urdanibia. Estas respuestas levantan muros en lugar de abrir caminos de contención.
El bienestar emocional no depende de tener casa o alimento, sino de sentirse acompañado y comprendido. Negar la ayuda profesional bajo la idea de que “es cuestión de voluntad” profundiza la soledad y, en muchos casos, puede agravar el sufrimiento.
“Ese silencio es una segunda muerte. Convierte el hecho en un fantasma del que nadie habla, pero que todos sienten”
El escenario más doloroso se da cuando el pedido de ayuda no fue escuchado y la persona decide quitarse la vida. En muchos casos, el hecho se oculta bajo la palabra “accidente” o se evita mencionarlo. Ese silencio, calificado por especialistas como “una segunda muerte”, no permite elaborar el duelo ni reconocer la importancia de la salud mental.
Hablar no devuelve la vida de quien ya no está, pero sí puede salvar a quienes aún buscan ser comprendidos.
La fe ocupa un lugar central en numerosas familias. La religión puede brindar acompañamiento y comunidad, pero no debe reemplazar la atención profesional. “Rezar puede dar alivio, pero no sustituye a la intervención clínica necesaria”, sostiene el especialista. La espiritualidad y la psicología, en cambio, pueden complementarse.
“Hablar del suicidio con respeto y responsabilidad no lo promueve, lo previene”
Hablar para prevenir
El consenso entre especialistas es; hablar de suicidio no lo fomenta, lo previene. Callar, en cambio, alimenta la oscuridad. El suicidio no se enfrenta con silencios, sino con escucha, acompañamiento y políticas públicas que garanticen atención accesible.
Serrano Urdanibia concluye: “Pedir ayuda no es debilidad, es un acto de vida. El tabú del suicidio debe romperse con información y diálogo. Que no se lo hable, no quiere decir que deja de existir”.