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8 de Diciembre: por qué se arma el árbol de Navidad y cuál es su significado

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El hábito católico está relacionado a la fiesta de la Inmaculada Concepción de la Virgen María. Conocé el significado del pino y los adornos.

La tradición del armado del árbol de Navidad es relativamente moderna y tiene que ver con una celebración muy importante para la fe y la Iglesia: la fiesta de la Inmaculada Concepción de la Virgen María.

La celebración religiosa surgió el 8 de diciembre de 1854, cuando el Papa Pío IX promulgó un documento llamado Ineffabilis Deus a través del cual estableció como “dogma de fe” que María, la madre de Jesús, desde el instante de su concepción fue preservada por Dios del “pecado original”.

De hecho, la imagen de la Inmaculada Concepción de María se convirtió rápidamente, durante las primeras décadas del siglo 20, en patrona de pueblos y ciudades de Latinoamérica.

El próximo paso del proceso que unió la fiesta de la Virgen con el armado del arbolito navideño se dio por una simple coincidencia temporal. La celebración de Virgen se repite cada año cuando promedia el “Adviento” que es el tiempo litúrgico durante el cual la Iglesia se prepara para la Navidad.

Como la Virgen es un personaje central de la Navidad, con los años, la vinculación de su día con el del armado del arbolito se convirtió en una tradición. Y este domingo 8 de diciembre, en miles de hogares argentinos y latinoamericanos, aprovechando el feriado, las familias armarán su árbol de Navidad.

Según las tradiciones, para algunos, el árbol de Navidad recuerda al árbol del Paraíso, de cuyos frutos comieron Adán y Eva. Para otros, representa el “árbol de la Vida” o de la vida eterna, porque los pinos siempre están verdes. Inicialmente se decoraba con velas y frutos, que más adelante fueron cambiados por luces y esferas de colores.

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El multimillonario impacto económico que genera El Eternauta en el país

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Desde el 30 de Abril El Eternauta no sólo llevó a la pantalla chica un clásico argentino y una obra adelantada a su tiempo, sino que también generó un importante impacto económico en el país. En pocos días, la serie alcanzó el puesto número uno del Top 10 global semanal de Netflix en series de habla no inglesa, con 10,8 millones de visualizaciones a nivel mundial. Además, se ubicó en el Top 10 semanal de 87 países, incluyendo mercados clave como Brasil, Estados Unidos, Francia, India, Italia, México, Alemania y España.

La producción de la primera temporada de El Eternauta generó un impacto económico de más de 41.000 millones de pesos en la economía argentina, de acuerdo con un estudio realizado por Empiria Consultores en conjunto con equipos de Netflix.

La cifra incluye tanto los gastos directos de producción como los efectos de arrastre en otras actividades económicas. Se trata de uno de los mayores aportes documentados de una producción cultural al Producto Interno Bruto argentino.

El proyecto involucró a 2.900 personas, entre elenco, extras y personal técnico. La serie demandó 148 jornadas de rodaje, el uso de más de 50 locaciones y 35 escenarios virtuales, además de más de 500 máscaras diseñadas para los personajes.

La innovación fue otro eje clave: se recrearon digitalmente amplias zonas de la ciudad de Buenos Aires utilizando fotogrametría y escaneo 3D, una tecnología que combina drones y cámaras de alta definición para captar con fidelidad milimétrica calles, trenes, fachadas y paisajes urbanos.

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El ruido como amenaza: ¿Cómo afecta nuestra salud física y mental?

El ruido, un problema cada vez más presente en nuestra vida diaria, afecta gravemente tanto nuestra salud física como mental. Desde la pérdida auditiva hasta el estrés y la depresión, los niveles elevados de contaminación acústica pueden tener consecuencias a largo plazo.

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Cada último miércoles de abril, desde 1996, se conmemora el Día Internacional de la Concienciación sobre el Ruido, una fecha instaurada por el Centro para la Audición y Comunicación con sede en Nueva York, con el objetivo de sensibilizar a la población sobre los efectos perjudiciales del ruido a largo plazo en la salud auditiva y física.

El ruido, muchas veces subestimado como un factor de deterioro de la salud, puede generar efectos graves en el organismo cuando está presente de forma constante. A menudo, las personas solo se percatan de los efectos cuando los ruidos son especialmente fuertes, interrumpiendo su descanso o sus actividades cotidianas. Sin embargo, la exposición continua a niveles de ruido elevados puede desencadenar una serie de problemas de salud a largo plazo.

El ruido, considerado como una forma de contaminación acústica, es un problema de salud pública, especialmente en áreas urbanas. Las grandes ciudades, caracterizadas por el alto volumen de tráfico vehicular, las actividades industriales, comerciales y de ocio, son los escenarios donde el ruido alcanza sus niveles más altos. Este sonido no deseado, en ocasiones inarticulado y desorganizado, puede tener consecuencias perjudiciales para las personas que lo experimentan de forma constante.

Diversos estudios a nivel mundial han señalado que la exposición prolongada a ruidos superiores a 65 decibeles puede causar daños irreversibles en el oído. Los efectos más comunes de la contaminación acústica incluyen:

  • Pérdida auditiva progresiva
  • Alteraciones en el sistema nervioso central
  • Dolores de cabeza y migrañas
  • Dificultades para conciliar el sueño
  • Aumento de los niveles de estrés y ansiedad
  • Irritabilidad y alteraciones en el comportamiento
  • Fatiga, neurosis y depresión
  • Alteraciones en el sistema circulatorio y digestivo
  • Aumento de la secreción de hormonas del estrés
  • Disfunción sexual

En la población más joven, la exposición a altos niveles de ruido puede tener repercusiones en el desarrollo cognitivo y socio-emocional, además de afectar negativamente sus resultados académicos y las oportunidades laborales futuras.

La pérdida auditiva, consecuencia directa de la exposición a ruidos intensos, puede alterar profundamente la calidad de vida de las personas. A nivel social, limita las interacciones personales, disminuye el rendimiento laboral y académico y genera sentimientos de aislamiento y soledad. La prevención de la exposición al ruido es fundamental para evitar estos efectos adversos.

En este contexto, el Día Internacional de la Concienciación sobre el Ruido busca generar conciencia colectiva sobre la importancia de reducir la contaminación acústica. Según la Asociación de Acústicos Argentinos, “el ruido no debe ser aceptado como un hecho natural al que debemos acostumbrarnos”, y señalan que la lucha contra el ruido debe ser tanto una acción individual como colectiva. En este sentido, pequeñas medidas cotidianas, como reducir el volumen de dispositivos de música o evitar la exposición cercana a parlantes en conciertos, pueden contribuir a minimizar los daños a la salud auditiva.

Proteger la salud auditiva y prevenir los efectos negativos del ruido es responsabilidad de todos. El ruido es un factor que afecta a la salud de las personas, pero también es posible disminuirlo a través de acciones simples y comprometidas por parte de la comunidad.

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Lo que no se nombra no se puede prevenir: el suicidio y el silencio social

Por Fernando Serrano Urdanibia | Psicólogo M.P N.º 1894

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El suicidio continúa siendo uno de los temas más silenciados y mal comprendidos en nuestra sociedad. A pesar de las estadísticas alarmantes y del dolor que genera en miles de familias, persiste un tabú colectivo que impide hablar de este fenómeno con claridad y responsabilidad.

Según la Organización Mundial de la Salud, cada año más de un millón de personas mueren por suicidio en el mundo. En Argentina, es la segunda causa de muerte entre jóvenes de 15 a 29 años. Son cifras que deberían encender todas las alertas. Sin embargo, en lugar de generar reflexión, muchas veces conducen a una estrategia de negación, minimización o, directamente, ocultamiento.

 

“Mientras todos evitamos el tema, al menos un millón de personas mueren cada año a causa de suicidio en el mundo”

 

Como profesional de la salud mental, observo a diario cómo el tema se evita incluso en contextos donde debería abordarse con naturalidad; en las escuelas, en los medios de comunicación, en los ámbitos familiares y, lamentablemente, también dentro de algunos espacios clínicos. Este vacío discursivo no es casual. Tiene raíces culturales, históricas y religiosas que aún hoy pesan.

Durante siglos, el suicidio fue condenado moralmente, etiquetado como pecado o cobardía, y sus protagonistas reducidos a juicios simplistas. Aunque los tiempos han cambiado, ese marco valorativo sigue influyendo. Todavía hoy se usan eufemismos para evitar decir la palabra “suicidio”, como si nombrarlo fuera una transgresión. Se habla de “decisiones personales”, de “fallecimientos repentinos”, de “tristezas profundas”. Pero no se dice lo que es. Y lo que no se nombra, no se puede prevenir.

 

“Del suicidio, que causa tantas o más muertes que otros problemas sociales, no se habla o se lo hace muy poco y tomado con pinzas”

 

Desde la psicología, entendemos que el suicidio no debe ser interpretado únicamente como el resultado de un trastorno mental. Es, en muchos casos, el desenlace de un sufrimiento psíquico intenso, sostenido y no escuchado. Es un acto desesperado ante un dolor vivido como insoportable y sin salida. El problema no es la muerte en sí, sino la vida que no pudo ser vivida de otra manera.

La prevención, por lo tanto, no se limita a detectar síntomas. Implica generar entornos donde el sufrimiento pueda ser expresado sin miedo, donde se escuche sin juzgar, donde se habilite la palabra. Hablar del suicidio no lo promueve: lo previene. Callarlo sí lo agrava.

 

“Hablar del suicidio en forma responsable no induce al acto; por el contrario, podría representar una oportunidad, tal vez la última, para que alguien busque ayuda”

 

Otro error frecuente es suponer que quien advierte que quiere quitarse la vida “solo busca llamar la atención”. Esa frase encierra una peligrosa banalización del dolor humano. Todo intento de expresión debe ser tomado con seriedad. En mi experiencia clínica, muchas veces los pacientes que advierten sobre pensamientos suicidas no quieren morir: quieren dejar de sufrir. Y esa diferencia es central para poder intervenir a tiempo.

También es urgente revisar el rol de las instituciones. Muchas provincias carecen de dispositivos adecuados de atención en crisis, y las guardias psiquiátricas suelen estar saturadas o desbordadas. A su vez, faltan campañas de información pública que permitan comprender el fenómeno sin caer en el sensacionalismo ni en el ocultamiento.

 

“Convertir al suicidio en un tabú lo que hace es perjudicarnos a todos”

 

Desde la psicología sostenemos que hablar salva. Escuchar con apertura, sin prejuicios ni recetas rápidas, puede marcar una diferencia. El suicidio no es un hecho inevitable. Es prevenible. Pero requiere que dejemos de tratarlo como un tema prohibido. Necesitamos crear una cultura que habilite la expresión del sufrimiento y que no lo convierta en motivo de vergüenza o silencio.

Acompañar no es curar, es estar. Y para estar, primero hay que atreverse a mirar el dolor de frente y a ponerle nombre. Porque el suicidio, como toda realidad humana, no desaparece porque se calle. Solo se vuelve más oscuro, más solitario y más difícil de evitar.

Hablar no mata. El silencio, sí.

Fernando Serrano Urdanibia
Psicólogo, especialista en adolescencia y psicoanálisis.

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