La sociedad actual se enfrenta a desafíos innegables en su relación con los jóvenes. La acelerada transformación tecnológica, las nuevas dinámicas sociales y el incremento de problemas como las adicciones y la salud mental dieron lugar a una generación que crece de manera distinta a la de sus padres. Las redes sociales, la falta de comunicación genuina y la presión emocional parecen marcar el pulso de los jóvenes hoy en día. Ante este panorama, surge la voz de Carla Romeri, una docente y referente en el tratamiento de las adicciones, quien a lo largo de años de trabajo con jóvenes, logró identificar no solo los problemas que afectan a esta franja etaria, sino también las claves para su abordaje.
Romeri ha acompañado durante muchos años a familias y jóvenes de la región en su lucha contra las adicciones. Su trabajo, que comenzó con un grupo de padres preocupados por el bienestar de sus hijos, evolucionó hacia un espacio fundamental para la ciudad: el Centro de Escucha, Atención y Tratamiento (CEAT) en el barrio Granadero Díaz, donde actualmente ofrece apoyo tanto a jóvenes como a adultos en procesos de recuperación.
Recientemente, la ciudad de Metán vivió nuevamente una crisis relacionada con la salud mental de los jóvenes, marcada por suicidios y situaciones de desesperación. Esta problemática, según Romeri, debería ser un punto de reflexión para la sociedad. Sostiene que, más allá de buscar culpables, es fundamental que todos asuman su rol dentro de la comunidad. «La familia es la base de todo, pero si una persona no encuentra contención en su hogar, puede hallarla en una institución, en un vecino, en cualquier lugar», comentó Romeri, enfatizando la importancia de la solidaridad y el compromiso colectivo.
Según su visión, los problemas de salud mental y adicciones en los jóvenes están estrechamente relacionados con un vacío de conexión emocional. «Los chicos no tienen la capacidad de expresar lo que sienten porque no saben cómo. Están desconectados de sus emociones, de lo que pasa dentro de ellos», explicó. Romeri cree que las adicciones, de cualquier tipo, son en su núcleo un acto de autodestrucción, un escape de aquellos sentimientos y frustraciones no gestionadas.
«Tuve la oportunidad de conversar con una joven que intentó suicidarse, y ella compartió una reflexión que quedó grabada en mi mente: ‘El cerebro es como un jardín. Según lo que sembramos, crece’. ¿Qué quiere decir? Si yo estoy todo el día escuchando música negativa, viendo películas negativas, todo el tiempo me junto a hablar con mi amiga, todo negativo, bueno, el cerebro empieza a trabajar sobre eso. Entonces, todos los pensamientos que empieza a generar su cabeza son negativos'», indicó Romeri resaltando cómo el entorno, las influencias y las emociones impactan en la salud mental de los jóvenes.
Uno de los factores que mencionó como determinante en el aislamiento de los jóvenes es el uso excesivo de dispositivos móviles. Desde la perspectiva de la neurociencia, explicó que el celular genera dopamina en el cerebro, lo que puede inducir una sensación de satisfacción similar a la de las sustancias adictivas. Esta dependencia de la tecnología, sumada a una falta de habilidades sociales y emocionales, está llevando a muchos jóvenes a sentirse vacíos y desconectados. «Las redes sociales afectan profundamente la manera en que nos comunicamos, lo que genera una desconexión emocional», reflexionó.
A lo largo de su trayectoria, la docente ha trabajado con adolescentes y jóvenes de distintos contextos, brindando tratamientos personalizados que se adaptan a sus necesidades. En el CEAT, el enfoque es ambulatorio, y los jóvenes reciben asistencia psicológica de acuerdo a sus horarios y circunstancias personales. El centro es un espacio donde los jóvenes pueden acceder a terapia de manera voluntaria, y aunque las recaídas son parte del proceso, el trabajo de Romeri y su equipo es lograr que los jóvenes continúen con su proceso de recuperación.
Uno de los aspectos más alarmantes es la creciente venta de drogas en la ciudad. Aunque actualmente hay 14 personas en tratamiento, las consultas por parte de familias son muchas, pero la dificultad radica en que aquellos que realmente necesitan ayuda a menudo no están dispuestos a dar el paso. «Es muy común ver familias enteras afectadas por adicciones. A veces los jóvenes no quieren ir al centro, o los padres tampoco tienen las herramientas para enfrentarlo», explicó.
El diagnóstico de la especialista también apunta a la falta de vínculos auténticos. En muchos hogares, los padres y los hijos no se comunican como deberían. «A veces los chicos necesitan espacios para hablar, pero no lo encuentran en casa», sostuvo. Romeri hizo un llamado a los padres para que no solo busquen que sus hijos les cuenten sus problemas, sino que también los inviten a compartir momentos de diálogo genuino. «Es muy importante que los padres busquen esos espacios para conversar, incluso si no les parece fácil. Un hijo varón, por ejemplo, necesita que su padre lo invite a hablar, a reflexionar», apuntó.
Los padres, a su vez, deben estar atentos a las señales que sus hijos les envían, incluso cuando no se las expresan verbalmente. Recordó que muchas veces los adolescentes pasan por situaciones difíciles y su actitud de rechazo o aislamiento es una forma de pedir ayuda, aunque no lo expresen directamente. Para ella, los vínculos familiares deben ser el pilar sobre el que se construya la resiliencia de los jóvenes.
Por último, hizo un llamado a la sociedad para que asuma su responsabilidad en la creación de un entorno más saludable para los jóvenes. «Los chicos necesitan más que nunca el apoyo de los adultos. Necesitan espacios para crecer, para reflexionar, para sentirse escuchados. Solo entonces podremos comenzar a solucionar los problemas que enfrentan», concluyó.